Lo que hacen muchos jefes y superiores y casi seguro también te lo hace el tuyo

Hay un cuento de la mitología griega que si trabajas para otro casi seguro que puedes verte reflejado. 

Primero el cuento y luego la moraleja. 

Se trata del Lecho de Procusto. 

En la mitología griega, Procusto tenía una casa en las colinas, donde ofrecía alojamiento a los viajes solitarios. El viajero comía la misma comida que Procusto, bebía su mismo vino y disfrutaba de una gran velada con Procusto.

Una vez que la charla se terminaba Procusto acomodaba al viajero en una alcoba donde le invitaba a tumbarse y relajarse en una cama de hierro. 

En la penumbra de la noche Procusto entraba en la alcoba y ataba al viajero para que no se pudiera mover. Una vez atado si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, Procusto le cortaba las partes sobresalientes, tanto las piernas como la cabeza. Si por el contrario el viajero era más bajito y de menor longitud que lo que medía la cama, lo o descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo.

Procusto continuó con su práctica hasta que el héroe Teseo quiso ponele fin. 

Teseo fue hasta la posada de Procusto y le invitó a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el posadero se hubo tumbado, Teseo lo amordazó a la cama y, allí, lo torturó hasta «ajustarlo» como él hacía a los viajeros.

De esta historia nos ha quedado la expresión “el lecho, o cama, de Procusto” para referirnos a quienes pretenden acomodar la realidad a su visión de las cosas. 

No digo que por maldad y goce como hacía Procusto, pero quizá sí por pereza, por miedo, por comodidad o por simple falta de conocimientos, puede ser que alguno de tus superiores te minusvalore a ti o a alguno de tus compañeros, quizá puede que a los que mostráis más talento o valía. “Cortándote” las piernas, o la cabeza, para que encajes en ese propio lecho de procusto que él mismo se ha creado. 

Puedes seguir amoldándote a lechos de otros y dejándote cercenar alguna parte de tu cuerpo para seguir siendo uno más y encajar en donde quiera que alguien ha decidido que debes encajar. 

O puedes montarte tu propia posada, con camas de todos los tamaños y bonitas habitaciones decoradas a diferentes gustos. 

Si este es tu caso, tengo una newsletter, una newsletter que te ayuda a conseguir este cambio. 

Aquí abajo te apuntas.